OPINIONES ENCONTRADAS
*Un Poder Judicial de Bolsillo
*En la fila que no estorben
*Inundaciones y sequía
El Poder Judicial de Bolsillo: ¡Viva la Independencia… en los Libros de Texto!
Entre aplausos, vítores y algún que otro bostezo bien disimulado, ayer entró en funciones la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación y, con ella, el flamante Poder Judicial versión “de bolsillo”. Ya no habrá que cargar con esas pesadas ediciones de la Constitución, porque ahora todo se resuelve con una llamada, un guiño político o la bendición de turno.
La independencia judicial, esa criatura frágil y caprichosa, murió sin misa ni flores. Nadie se tomó la molestia de redactar la esquela. ¿Para qué? Si su partida ya estaba firmada desde que los poderes públicos y fácticos decidieron qué magistrados tendrían las togas y qué sentencias serían “imparciales”.
Lo cierto es que la separación de poderes ha pasado de ser un principio constitucional a convertirse en una simpática anécdota escolar, junto a la Revolución Francesa y el Teorema de Pitágoras. Una historia para contar a los niños, aunque los adultos sepamos que el capítulo se cerró con broche de oro (o de partido).
Hoy, MORENA ya no solo tiene la Presidencia, el Congreso y las gubernaturas que le caben en la palma de la mano: ahora también controla al árbitro, al juez y hasta al recoge pelotas. Es el sueño húmedo de cualquier partido en el poder: todo el tablero, todas las fichas, y claro, todas las reglas.
Así que preparémonos para vivir en un país donde la justicia será tan rápida como obediente, tan ciega como conveniente, y tan justa como le convenga al dueño del mazo. Porque si antes se hablaba de un “Poder Judicial autónomo”, hoy podemos bautizarlo con su nuevo nombre oficial: el Poder Judicial de bolsillo, edición limitada, patrocinado por la 4T.
De la primera fila al gallinero: la nueva coreografía morenista
En un nuevo capítulo de la telenovela llamada La 4T y sus pasiones, la presidenta decidió que era hora de mover las sillas. Y vaya que las movió: al líder de Morena en el Senado y al hijo del dueño del partido no les tocó más que la quinta y sexta fila, ahí donde apenas se alcanza a ver el templete si uno se para de puntitas.
El gesto, dicen los expertos en lectura de cejas y movimientos de protocolo, es un claro desmarque. Porque en política mexicana no hace falta correr a nadie: basta con mandarlo al gallinero. Es la manera elegante de decir: “sí, te invito a la fiesta, pero no me tomes la foto a mi lado”.
Y cómo no, si los personajes en cuestión cargan más equipaje que una aerolínea en Semana Santa. Por un lado, Adán Augusto y sus presuntos vínculos con el crimen organizado, un rumor que parece más terco que los discursos de campaña. Por el otro, el hijo del fundador de la austeridad republicana, quien descubrió que se vive mejor entre cenas ostentosas y viajes de lujo que entre discursos de frijol con tortilla.
Como si eso fuera poco, ahora ambos son señalados por su presunta participación en el lucrativo deporte nacional del huachicol fiscal. La trama, por supuesto, es digna de serie: política, corrupción y hasta una pizca de “austeridad para el pueblo, abundancia para la familia”.
La presidenta, astuta como ajedrecista, los acomoda en la fila de los sospechosos. Ni tan cerca para mancharse, ni tan lejos para enemistarse. Al fin que en Morena, el poder es como las sillas: se reparten, se cambian y, cuando estorban, se guardan en la bodega.
Mientras tanto, el pueblo observa desde la grada, preguntándose si la llamada “austeridad republicana” no será, en realidad, un exclusivo club VIP con cover incluido. Eso sí, siempre con discursos que suenan a humildad… desde la primera fila.
Toluca: entre el diluvio y la sequía… con lucecitas inteligentes
Toluca es ya todo un caso de estudio para la NASA: aquí el agua es un fenómeno cuántico. Existe y no existe al mismo tiempo. Un día nos ahogamos en inundaciones porque las alcantarillas parecen reliquias de museo sin mantenimiento, y al otro día la llave del agua se convierte en pieza decorativa porque no sale ni una gota. La física cuántica del vital líquido versión mexiquense.
Y mientras tanto, ¿qué hace el gobierno municipal? Pues invertir en lo realmente urgente: semáforos inteligentes, lucecitas de colores y cruces peatonales que parecen sacados de Disneylandia. Eso sí, cuando toca hablar de bacheo —la bandera de campaña de Ricardo Moreno— resulta que el presupuesto se convierte en una leyenda urbana. Porque baches hay, ¡y vaya que hay!, pero dinero para taparlos, ni en los cuentos.
Toluca se inunda con la primera lluvia porque las coladeras están más tapadas que la agenda de transparencia. Y cuando no hay agua, el discurso oficial nos habla de sequía, cambio climático y hasta nos quieren vender la idea de que el problema es “global”. Claro, global… pero los baches, los socavones y la falta de infraestructura son cien por ciento locales.
La ciudad está en peor estado que nunca, pero eso sí: tenemos semáforos inteligentes. Inteligentes, porque se llevan la lana sin que nos demos cuenta. A ver si un día inventan el “bache inteligente”, que al menos cobre peaje cada vez que un coche se hunde en él, así por lo menos tendríamos ingresos propios.
Toluca hoy es un lugar donde el agua sobra y falta, donde las calles parecen campo minado y donde el dinero fluye… pero hacia donde menos se necesita. Y mientras los vecinos siguen pidiendo soluciones básicas, el ayuntamiento se dedica a ponerle lucecitas a una ciudad que se hunde en la oscuridad del abandono.